El Observatorio de Violencia Intrafamiliar ha dado un paso
más en la búsqueda de respuestas a las problemáticas que tienen que ver con la
violencia intrafamiliar. En su última reunión, profundizó en el perfil de los
chicos y chicas adoptados y en las situaciones específicas se que producen en
la familias adoptantes.
El psicólogo y coordinador del área de acogimiento y
adopción de Agintzari, Alberto Rodríguez, ofreció a los participantes su
experiencia con una charla abierta cuyo título, “Comprendiendo al adolescente
adoptado: las conductas de riesgo como estrategias de búsqueda de seguridad”,
resumía la línea argumental de su trabajo.
La primera idea que podemos señalar es que la adopción no es
una categoría en la que debamos clasificar a las personas aunque sí tiene una
característica, y es la situación de abandono que ha vivido la persona
adoptada. La vivencia de este abandono puede tener unas consecuencias a lo
largo de la vida de las personas y que tienen que ver con la búsqueda de
seguridad; “Hay un miedo intrínseco, permanente, que no desaparece”, señalaba
Alberto Rodríguez en referencia al miedo al abandono.
A esta característica se suman las propias de la
adolescencia, la condición adoptiva y la diferencia. En opinión de Rodríguez, la
vivencia de esta última “es la peor porque los chicos y chicas quieren ser como los demás y a veces
no pueden porque sus rasgos físicos evidencian `que no son de aquí´”. Por otra
parte, en la relación con la familia adoptante se dan unas fases que
corresponden con la adaptación (una fase de un año de duración en la que la
relación se idealiza), la fase de transferencia y repetición de conflictos (los
chicos y chicas tienen que sacar sus problemas todo lo posible, puede durar
años) y la fase de regresión y de construcción de las relaciones.
En cuanto a los problemas de convivencia y violencia que
pueden producirse, Alberto Rodríguez señalaba que el enfado o la violencia
surgen como medio para no manifestar el miedo al abandono y que, precisamente
se activan contra las personas a quienes se teme perder. Por otra parte,
Rodríguez introducía el concepto de “mecanismo de escisión mental”, un proceso
de pensamiento por el que los chavales no tienen una visión intermedia de sus
vivencias y por el que consideran que toda persona que pone un límite es
considerada como “mala” y los “buenos” son quienes no ponen límite. Por eso el
experto propone que en sus relaciones (familia, centro educativo….) haya
personas que siempre ejerzan el papel de “bueno” y otras de “malo”; “las
soluciones tienen que venir de esta división”.
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