10/7/15

Ángel Estalayo: "Tenenos que mirar a los chavales como a personas con futuro"

En unas prácticas de su primer año de carrera, Ángel Estalayo aprendió que en su trabajo, ya entonces con menores, lo importante era la relación entre las personas. Esta primera impresión le ha acompañado desde hace más de 17 años y ahora, es el centro de su trabajo como responsable del área de familia y menores de IRSE.EBI (Instituto de Reintegración Social de Euskadi), la Asociación que gestiona centros de protección de menores del Gobierno Vasco.  La relación de los menores con su entorno familiar, con la sociedad o con los trabajadores del centro, todo está integrado para ayudar a los internos a vivir sin sufrimiento ni violencia.

Entrevistamos a Ángel Estallado en el I Boletín del Observatorio de Violencia Intrafamiliar cuando era responsable del Centro Educativo de Justicia Juvenil Txema Fínez (puedes leer también aquí la entrevista y consultar el Boletín completo).


Trabajas en el Centro Educativo de Justicia Juvenil Txema Fínez con una metodología en pruebas que ya está dando buenos resultados ¿Cómo es vuestra intervención?

Esta metodología  tiene muy en cuenta los aspectos relacionales y el entrenamiento y estabilidad de los profesionales y del equipo terapéutico. En el centro hay normas pero las funciones de las figuras profesionales no están departamentadas y el ambiente tiene un componente terapéutico. Por ejemplo, el psiquiatra está integrado en el equipo, no medica pero nos ayuda a interpretar los problemas de salud mental. Además, desde el primer momento se interviene con la familia y mantenemos una visión de contacto con el exterior;  conforme el chaval está llegando al centro, ya estamos pensando en su salida. 


¿Cómo se logra esta coordinación y estabilidad del equipo? 

El equipo original lo formamos cinco personas que llevamos años trabajando juntos. Apostamos por hacer una buena selección del personal y el esfuerzo en las primeras etapas de entrenamiento del equipo fue importante. Propiciamos que los profesionales estudien y se formen, sobre todo en contenidos psicoterapéuticos, y todos contribuimos al desarrollo de la propia metodología. 






¿Cómo ha cambiado el en el tratamiento de los menores en centros de medida judicial desde que empezaste, hace 17 años?

Desde donde yo lo he vivido, mucho. Al principio un chaval era un problema; venía de otros contextos y había que controlar la conducta con normas y seguridad. Ahora se mira a estos chavales como personas con  un futuro y en cuyo desarrollo hay que invertir. Son un síntoma social de que algo pasa.
Además de aumentar el número de plazas, la tipología de los chavales y las formas de trabajo han cambiado. El control es necesario pero se tiende a contenidos más relacionales y procuramos la integración de los menores en la comunidad, aunque nos den disgustos y sustos; lo que se prefiere es que las dificultades de los chavales surjan en el transcurso de la medida para poder trabajarlas. Luego, la visión del profesional, de su propio trabajo, también va cambiando mucho.


¿Y la visión de la sociedad? 

Yo creo que socialmente no hemos avanzado tanto. De hecho, nadie quiere un centro de este tipo cerca de su casa.  Cada vez que se da un acontecimiento mediático o televisivo opinamos que la ley del menor es muy blanda y se pide más contundencia. Sin embargo, cuando parece que hay algo de desprotección, vamos a todo lo contrario y decimos "pobrecitos". Socialmente no se tiene perspectiva de la dificultad del tratamiento de este problema, ni de los medios , inversión o apuesta institucional requeridas. No hay conciencia. 


Pero estamos hablando de situaciones que pueden afectar a todo tipo de familias

Sí, antes a la  justicia juvenil llegaban chavales de entornos de exclusión, con identidad más delictiva y estigmatizados. Ahora puede venir un chaval de familia media con problemas de violencia filioparental o con un problema de salud mental  y que ha cometido un delito. Por una parte se considera conveniente adoptar medidas contenedoras para proteger a los chavales aunque el delito sea menor. Por otra,  vemos que en la atención a los menores es donde más agentes (escuela, servicios de salud, asociaciones juveniles....) intervienen y no saben dar una respuesta a los problemas de los chavales hasta que el síntoma se convierte en delito. En este sentido nos queda mucho camino que recorrer.


¿Cómo ves que evolucionan los chavales en el centro?

Es importante indicar bien el tratamiento y adecuarlo a las características de las personas para favorecer el tránsito a una vida normal. En este sentido, aquellos cuyo perfil manifiesta componentes más reactivos y que empiezan a tener problemas más tarde, el índice de éxito es alto. Con quienes vienen maleados  porque ya tenían problemas en edad temprana, y viven en un entorno familiar desbordado o maltratante, la evolución es más lenta. Esto se agrava cuando estas vivencias han derivado en problemas de salud mental.  Si conseguimos el tránsito de un dispositivo involuntario como el nuestro a otro externo en el que se siga trabajando dentro  de una red normalizada, eso es un éxito. 


Podemos decir que hay características comunes con los chavales con estos problemas?

Lo que nunca hemos querido, y menos ahora, es etiquetar. Si tenemos una experiencia constatada es que cuando miramos a estos chavales con la referencia de unas características con contenido patológico, la actitud hacia sus posibilidades de éxito se ve condicionada. Trabajamos en torno a una serie de  factores personales que tienen que ver con aspectos hereditarios, relacionales....con la idea de no patologizar y de mirar al otro con un componente normalizador.


Pero los datos y cifras nos ayudan a describir la realidad...

La administración todavía utiliza indicadores judiciales para elaborar las estadísticas: tipos de medida, reincidencia, edad....Que yo sepa, la introducción de variables que procedan del equipo terapéutico que reflejen un trabajo diagnóstico que nos ofrezca perfiles de personas,  no existe y quizá es hacia donde se debería evolucionar. 

Desde mi punto de vista en protección  hay una predominancia de chavales con perfil más reactivo y en justicia hay predominancia de chavales con perfil más instrumental.  Esto nos obliga a a tener dispositivos de intervención distintos de por si. Creo que hasta ahora, a aquellos con perfil  instrumental se les ha tratado desde el control y al reactivo, que estaba en protección, desde una permisividad condescendiente. Muchos de los chavales que acaban en justicia proceden de protección, y esto es porque no se ha abordado de forma adecuada el sufrimiento ni sus problemas. Creo que hay que tratar de huir de esta institucionalización. 


¿Tienen más respuesta los comportamientos delictivos que los problemas de salud mental?

Todas las expresiones del sufrimiento de los chavales que no pasen  por delitos o comportamientos que alarmen, no provocan respuesta, nadie entiende que esa sea su competencia. Actualmente todo se mide en recursos y departamentos que además, por la crisis, se van cerrando. 

Siempre he defendido el paradigma del trabajo comunitario con una promoción de los centros abiertos. El miedo que tengo es que los cierres de centros actuales nos lleven a este modelo porque es más barato, y no por un convencimiento técnico. Otro de los problemas es que los criterios para establecer dispositivos con los que responder al sufrimiento de los chavales o de sus familias, no tienen en cuenta las necesidades de estas personas. Si hay dinero creamos centros, los aislamos y racionalizamos que lo estamos haciendo bien.


Y así no los tenemos cerca

Esa es la idea, no se les quiere ver, lo hacemos hasta con las personas mayores. Por otra parte me preocupa la banalización;  en la televisión hay programas divulgativos convertidos en realities como "Hermano Mayor", donde convierten en vídeo clip una historia de la que después no se hace seguimiento. Los espectadores se quedan con la parte de la expresión violenta, bizarra, efectista... Luego está "Supernanny", otra modalidad de trabajo  que rehuye la emoción y que no tiene en cuenta  los factores comunes que sabemos que funcionan: la necesidad de vínculo, la atención a las dificultades emocionales de la familia... Los medios de comunicación simplifican, por ejemplo, los problemas de consumo, no hablan de la complejidad de estas situaciones porque no hay un caldo de cultivo desde el que abordar esto. 

Si llegamos a la conclusión de que el desarrollo comunitario es una opción, de que el espacio sociosanitario es una respuesta muy válida que ayuda a las personas que en algún momento más agudo han tenido problemas, siguiendo un proceso como el que  desarrollamos nosotros en el centro, integrando poco a poco...si fuese así, tendríamos una red de servicios que seguramente a la larga sería más barata y daría mejor respuesta.


Estas conductas violentas de los menores, son la manifestación más extrema de sus dificultades?

Yo diría que es el síntoma. Entiendo que si un miembro de una familia presenta una conducta violenta, esto es un síntoma de la enfermedad de su sistema familiar, de su forma de comunicarse, de vivir...y creo que este síntoma tiene el cometido, no siempre consciente, de tratar de cambiar el propio sistema, de cuestionarlo y de romper ese equilibrio. Por otra parte socialmente vemos cada vez más chavales con síntomas graves y para mi es un síntoma de que nuestra sociedad está claramente enferma. 

Hay reflexiones muy interesantes como las de Zizek. Él habla de dos tipos de violencia,  una puntual, la del puñetazo, efectista y subjetiva que nos impacta, y otra, a la que no se mira, que es el caldo de cultivo. Esto pasa en las familias y en la sociedad. Si cada vez tenemos un mayor número de conductas transgresoras en edad prepenal que no pueden ser penadas, si cada vez hay más chavales que pegan a sus padre o les amenazan...algo socialmente nos está pasando a todos. Y no vale con decir que esos chavales son tiranos, creo que deberían hacerse mucha más cosas en todo el sistema.


¿Tan difícil es para la comunidad ver ese sufrimiento del menor?

Para poder ver el sufrimiento del otro, tengo que saber manejar el mío.  En muchos entornos familiares ocurre eso, hay personas que están desbordadas y no pueden con el  sufrimiento del otro. Cuando se llega a ese nivel se requieren profesionales que ofrezcan espacios de tranquilidad, que sosieguen la expresión del síntoma y que acerquen la mirada del uno al otro para entender que hay algo más detrás de esa violencia.


Esto es lo que trabajáis vosotros con las familias

Sí, desde el  primer momento. La familia es de donde los chavales vienen y es a donde van a volver. Si en el centro Txema Fínez los chavales están bien y desarrollan una experiencia positiva de si mismos y de la relación y cuando vuelven a casa todo sigue igual de mal, pues resulta que los adultos con quienes mejor se han relacionado son los trabajadores del centro.


Y desde la perspectiva de los trabajadores ¿Cómo se pone distancia respecto a estas realidades?

El propio hecho de investigar, de leer, es una forma de sublimar la experiencia directa. Este trabajo es muy tóxico porque el contacto con el sufrimiento de las personas es dañino. Estamos con los chavales hasta el momento en el que empiezan a mejorar y la práctica de este trabajo es muy difícil de entender si no  vemos luego cómo está fuera de un centro. La propia institución tiene que garantizar los dispositivos internos para el cuidado del profesional para que éste no se "queme".


Un objetivo de vuestro trabajo sería que no fueran necesarios estos recursos de protección o de reforma, ¿no?

Sí, este trabajo tiene una paradoja, podemos pensar "como lo hagamos bien, vamos a desaparecer" ...pues ojalá, seguro que es fácil reciclarse. Si nuestra actividad puede conllevar menos violencia, menos dinámicas de exclusión, menos dispositivos y menos tensión; si podemos sustituir algunos servicios que son cárceles por otros con una perspectiva  más sanitaria; si podemos contribuir a especializar la atención y que las personas no se haga daño, ya estaremos dando un paso adelante. Sin embargo no tengo mucha esperanza en que socialmente vayamos hacia eso. Yo creo que vamos hacia el control y hacia el estigma, es más cómodo moverse entre esas coordenadas, entre bueno y malo. La forma de exclusión cambiará, la forma de sufrimiento cambiará...pero siempre habrá sufrimiento y siempre habrá exclusión, porque el sufrimiento es vida.  



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